martes, 24 de mayo de 2016

un nuevo hombre


Nuevo modelo debe ser:
 Positivo. Ser hombre debe ser algo deseable para los niños y los adolescentes. Este nuevo modelo de masculinidad debe ocupar el centro del imaginario social de lo que es un hombre de verdad.
Completo. Debe incluir la energía, la fuerza, la asertividad, la potencia... pero también la ternura, el cuidado, las emociones y los sentimientos. Debe poder realizarse en el ámbito público o externo, así como también en el doméstico o personal, sin que ninguna de estas dos opciones parezca poco viril, ni un premio de segunda categoría. Igualitario. Debe incorporar una mirada empática que le lleve a relacionarse igualitariamente con las mujeres y con cualquier alteridad (racial, cultural, religiosa, de orientación sexual...). Debe haber incorporado las diferencias como enriquecimientos personales y no como marcas que indican estratos sociales inferiores.
 La capacidad de mantener una opinión sin agresividad.
 No-violento. Debemos transmitir la idea que la violencia es el arma de los fracasados.
La violencia debe perder su legitimidad social y debe verse como la prueba fehaciente de una derrota, de algo indigno de cualquier ser humano, algo que humilla y degrada a quien la utiliza. Ventajas de una Masculinidad Completa o Igualitaria. Este nuevo modelo de masculinidad, si fuese compartido en el ideario general de la sociedad, comportaría una serie de cambios ventajosos que debemos perseguir.

Uno de los fundamentales sería que descendería gran parte de las tensiones violentas actuales, de los conflictos sociales latentes, aunque obviamente continuarían abiertos los conflictos que tuviesen relación con otros temas: pobreza, mala redistribución de la riqueza, abismo cultural, etc. Por otra parte, la percepción subjetiva de la vida de muchos varones –y por supuesto, de las mujeres que viven en contacto con los mismos cambiarias enormemente, sería más rica, más profunda, con mayor volumen y más placer gracias al abordaje de los campos emocionales hasta ahora vetados a los hombres machistas.
En un intento de plasmar algunos de estos beneficios ofrezco aquí una primera lista. Me parece fundamental recuperar la idea clásica del movimiento masculino igualitario de que el cambio nos interesa a toda la población, también a los hombres. Una nueva masculinidad igualitaria mejoraría las relaciones con la inmigración, las minorías religiosas, la diversidad política, la orientación sexual no mayoritaria, las minorías culturales, las personas con capacidades intelectuales o físicas no estándares... porque la diversidad no pondría en duda su valor, ni su hombría, puesto que ésta no se basaría en la supremacía social. Aumentaría el compromiso con la paternidad consciente y compartida, disminuiría la paternidad distanciada y se gozaría de la educación de las hijas y los hijos como una etapa placentera de la propia vida, participándose activamente en su cuidado y educación.

Las tareas educativas, emocionales, de cuidado de los demás y de corresponsabilidad en el mantenimiento del hogar se mantendrían en los matrimonios y parejas estables con una mayor equidad. Los hombres completos podrían expresar libremente sus sentimientos, de este modo disminuirían las explosiones de rabia y violencia que son hijas de la ocultación de las propias emociones. La empatía sería posible a partir del reconocimiento de las propias emociones (muchas de ellas ignoradas hasta el momento) y el reconocimiento de los sentimientos de las demás personas. También liberaría a los hombres de la obligación de tener que ser los máximos sostenedores y proveedores de su núcleo familiar, con lo que no sería necesario mantener –aunque se haga de forma inconsciente- la discriminación laboral femenina, ni su éxito en el mundo del trabajo. Posiblemente también disminuiría la competitividad enfermiza que conlleva grandes costes sanitarios: estrés, depresión, infartos, abuso de sustancias estimulantes... Posiblemente aumentase la esperanza de vida masculina y disminuiría la tendencia a la masculinización de los hábitos laborales femeninos y liberaría a las mujeres de la “obligación” de tener una doble jornada. Liberaría a los hombres de la necesidad de examinarse cada vez que se van a la cama con alguien y abriría la puerta a una sexualidad donde lo importante fuese la calidad y no la cantidad. Obviamente, disminuiría el racismo, la homofobia, la violencia de género, las conductas de riesgo, gran parte del incivismo violento y muchas otras conductas violentas que buscan demostrar la superioridad de una tipología de hombre que, para hacerlo, necesita subyugar a otras personas, a las que no encajan con su modelo de masculinidad. Quizás, incluso, fuese posible abordar los conflictos internacionales con otra lógica más completa, más inclusiva y menos basada en el dominio y en amenaza militar, económica o de cualquier tipo. Aunque, lógicamente, esta posibilidad está todavía muy lejana.

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